miércoles, 9 de noviembre de 2011

Notipinja. Capítulo 10: Empowerment

   Que una panadería se llame "Autoerótico y qué" es tan original como angustiante. Es, de todos modos, la única panadería de este barrio. Es común encontrar al panadero en calzoncillos, sentado en una banqueta tras el mostrador, cantando "Me quiero besar/ y abrazar/ éste es mi amor oh-oh". Las denuncias de las clientas solo han servido para que la policía se gane unos pesos extras. Uno le pide medio kilo de francés y el tipo puede tardar mucho hasta efectuar la entrega, pues siempre está ocupado acariciándose a sí mismo y frotando sus labios contra distintas partes de su cuerpo, incluso algunas difíciles de alcanzar, como las plantas de los pies. A menudo se llena el local de clientes exasperados que empiezan armar kilombo, entonando cánticos de protesta. Alguna vez llegamos a cantar La Internacional, fascinados con el movimiento de masas que creíamos estar armando en la panadería. Facilitaba la cohesión, el hecho de que el enemigo fuera un único individuo, el panadero, el tipo que tenía el poder de abastecernos o no de carbohidratos. Pero pronto nos dividimos por cuestiones metodológicas; mientras algunos querían, redondamente, saquear el negocio, otros preferíamos la vía de la persuasión. Entre estos últimos también había contradicciones. Unos pretendían costearle al panadero una dama de compañía, con fondos del comercio. Otros creían que no serviría de nada pues no esperaban que el sujeto abandonara su autosatisfacción permanente. Proponían, por lo tanto, que se contratara un psicólogo para resolver el problema. Tantos han sido los debates, las peleas, las disputas, que el movimiento terminó pareciéndose más a una hinchada de un club de fútbol que a una asamblea popular. Incluso la policía ha alambrado el mostrador y con frecuencia nos aferramos al mismo y puteamos al comerciante. Él sigue con su tarea y solo cuando nos ve muy exhaustos o muy violentos empieza a tirarnos el pan y las facturas por sobre el alambrado.

   Algunos han sugerido que compremos en una panadería de otro barrio, pero otros hemos contestado que si cedemos ante un simple panadero autoerótico, si somos derrotados de modo tan triste, nada podemos esperar para nuestro futuro y el de nuestros hijos. Por tanto, hay que continuar la lucha. Un pequeño triunfo contra el comerciante nos motivará y el pueblo del barrio aumentará su confianza en su propio poder, que servirá para nuevas luchas.

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