El peronismo, movimiento perruno (Por Di Bolazzo)

   Peronismo. Peronismo de izquierda. Peronismo de derecha. Peronismo del centro. Peronismo antiimperialista. Peronismo cipayo. Peronismo populista. Peronismo liberal. Peronismo neoliberal. Peronismo lisérgico. Hasta, el colmo de los colmos, anarcoperonismo.
   Martín Caparrós ha dicho en "Argentinismos" que el peronismo es como cierta fruta tailandesa de horrible sabor que solo agrada a los nativos. Que ningún extranjero puede comprender por qué les gusta ese comestible. No sé si a la gran mayoría de los argentinos les gusta el peronismo. Sí sé de números: en las elecciones primarias, por ejemplo, la mayoría de los candidatos eran peronistas o estaban relacionados con el peronismo. CFK, Duhalde, Rodriguez Saá; la UDESO, con De Narváez candidato en Buenos Aires; Proyecto Sur, fundado por Pino Solanas, un peronista de toda la vida; Bonacci. Von fraude o no. el 80 por ciento votó por algún peronista o neoperonista o aliado de un peronista.
   Cualquier cosa se hace entrar discursivamente en el peronismo, hasta el anarquismo. En la práctica, más allá del matiz que en las palabras tome cada corriente peronista, siempre es más o menos lo mismo: un movimiento que apunta a armonizar las relaciones entre oprimidos y opresores, a través de líderes que cumplen el papel de mediadores. Los conductores, a su vez, son parte de las clases opresoras, ya que suelen enriquecerse fácilmente e invierten en empresas que a su vez contratan oprimidos. La excepción a esto fue Montoneros, que intentó transformar el peronismo en algo que ya no sería peronismo sino socialismo, con métodos criminales. La experiencia terminó con el fundador del peronismo mandando a masacrar a los propios peronistas que querían hacer del peronismo algo que él no quería que fuera, que nunca quiso que fuera.

   Perón amaba a los perros, dicen. En sus últimos años solo confiaba en ellos. Y armó un movimiento que tiene rasgos de la relación humano-perro. El conductor es el humano que da algo, el militante es el perro que sigue al líder-amo. Los perros son leales hasta la locura con quien les da de comer y les soba un poco el lomo. Así son también los peronistas. El conductor les tira algo, los militantes son leales. A algunos militantes les toca la mejor carne (programas de t.v. y sueldos exagerados), a otros les toca la porquería (miserable asignación universal por hijo). La sobada de lomo, el mimo, el líder lo ejecuta a través del discurso. Elogia a los trabajadores y ataca a la patronal, pero en la práctica hace todo lo posible para que la patronal -de la cual él forma parte casi siempre- tenga cada vez más ingresos y los trabajadores cada vez menos. Dice luchar a favor de los humildes y en contra de las clases dominantes, pero en la  realidad favorece a las clases dominantes (de las que forma parte) y los humildes reciben migajas. Dice oponerse al imperialismo yanqui pero hace pagar a los pobres la deuda externa.
   La distancia entre el discurso y la práctica al militante-perro no le importa. Él solo quiere comida y mimos. Y será guardián del líder-amo hasta la muerte. Atacará en jauría a cualquiera que quiera romper el circuito comida-mimos-lealtad.
   Como el peronismo se apropia a menudo del símbolo "patria" -ver sus colores, su escudo-, quien se oponga al peronismo y a la lealtad ciega al conductor, se considerará traidor.
   Los orígenes del peronismo tienen que ver con seguir al que dio algo, porque los conservadores no daban nada. Casi setenta años después, con experimentos alucinados como Montoneros de por medio, el peronismo sigue teniendo la misma esencia. Y cada vez más poder. El 80 por ciento votó por algún peronista.
   La mayoría de los argentinos ama a los perros. Y la mayoría se comporta parecido al perro, en lo que respecta a la política al menos.