viernes, 23 de septiembre de 2011

Vencedores vencidos, los votantes pasionales (Por Di Bolazzo)

   "Nos rompieron el culo" era una frase frecuente que podía escucharse o leerse el 15 de agosto por parte de ciudadanos opositores al gobierno de Cristina Fernández. Por parte de algunos kirchneristas se oía "la tenés adentro".
   Yo escribí por ahí que no la había votado la mitad del país sino el 37 por ciento del padrón y alguien me dijo que no había que negar la realidad, que habíamos perdido. Yo voté por el FIT, pero no me sentía ni ganador ni perdedor. Tampoco lo habría sentido si el FIT hubiera sacado el 100 o el 0 por ciento de los votos. Mucho menos me hubiera alegrado que ganara cualquiera de los otros candidatos, excepto quizá Binner o Carrió. El resto de los partidos no me parecen ni mejores ni peores que el peronismo K. Incluso prefiero al kirchnerismo antes que al duhaldismo o a la UDESO. ¿A quién se le puede ocurrir que Duhalde o De Narváez no cometerían los mismos delitos y conservarían la estructura social actual? Que el duhaldismo y la UDESO hayan sacado un doce por ciento no me parece poco, me parece demasiado. Y esos números absurdos se explican, en cierto porcentaje, por lo siguiente: la visión de la política como fútbol.
Cuando los militantes PRO "ganaron".

   Escuchar a la gente decir, de forma apasionada, "los K son una mierda, hay que sacarlos como sea, son unos corruptos, hay que votar al segundo, etc, etc", es una muestra de este tipo de sentimiento tribunero. Parece que solo los kirchneristas fueran corruptos y no toda la clase política (con excepciones marginales, como el PO o AyL). Es gracioso que alguien piense que Rodriguez Saá o Duhalde son más honestos o mejores estadistas que CFK. Lo que sucede es que ese alguien no piensa, solo siente: siente rechazo y vota al que, en su imaginación, ha construido como una alternativa más potable. Eso ocurrió en la CABA, donde la gente eligió al delincuente Mauricio Macri, cuyo prontuario de estafas al Estado en su época de empresario está al alcance de cualquiera que tenga memoria o internet. También sus votantes cargaban a los kirchneristas luego del triunfo del sórdido ingeniero. Y festejaban. Festejaban que un alto miembro de una de las mafias que le chupa la sangre al país desde hace décadas fuera electo. Y son los mismos que se quejan de la corrupción K. Simplemente, no reflexionan a partir de datos reales: sienten. Sienten odio, rechazo, fastidio, y reaccionan votando al que aparezca con colores y músicas distintas a las del oficialismo. Cantaron, saltaron y corearon los nombres de Macri y Del Sel. La irracionalidad llevada a un límite casi surrealista.
   Por el lado del kirchnerismo las conductas suelen ser muy similares.
   Solo un porcentaje siente la política del modo que describí brevemente. No sé cuál es. Pero por lo que se oye y se lee, parece lo suficientemente alto como para alarmarse. ¿Siempre fue así? Hay que cambiarlo de a poco.
   Nos gusta que gane Boca, nos da una leve sensación de goce derivada de la identificación con el equipo. Por unos minutos somos un poquito los jugadores. Pero, ¿vamos a legitimar con el voto a algún simpático delincuente solo para sentir por unos minutos -horas, días, hasta que el delincuente nos defraude- que ganamos algo? Es como sentir que se es un triunfador por haber optado por el violador más afable entre cinco, para que nos rompa el culo. Y que después los cinco candidatos violadores te digan: "no te quejes, vos lo elegiste".
 
  

  

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